Viernes 1 de julio de 2022 – «Reconócete Pecador»
Ignacio Uzcanga, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por un nuevo día más, me pongo en tus manos con la confianza de que sin ti tengo mi seguridad total; y pongo todo en tus manos confiando en que Tú me mostrarás el mejor camino para mi vida. Aumenta mi amor y enséñame amarte en los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa ‘misericordia quiero y no sacrificios’: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Puede suceder que, en ocasiones nos veamos a nosotros mismos y nos demos un poco de vergüenza porque nos vemos indignos de Dios, pues somos pecadores y creemos que nadie puede ser más pecador que nosotros. Al vernos de esa manera optamos por alejarnos de Dios, de la oración, de su cercanía, porque “no somos dignos”. Y es cierto, nunca seremos dignos de Dios, pero a Él no le importa eso, Él quiere que, a pesar de nuestro pecado y miseria, nos acerquemos a Él y Él quiere estar con nosotros.
Ante nuestro pecado y nuestra miseria hay dos actitudes: una es deprimirse por la miseria propia y por lo tanto alejarnos de Dios, y otra es reconocerse pecador pero sin desanimarse, presentarse así ante Dios para que sea Él quien nos vaya transformando, para que Él nos muestre su misericordia y nos perdone y así nos demos cuenta de que somos pecadores e indignos de Dios, pero por su misericordia y amor nos hace dignos de su amor.
No hay que tener miedo de presentarnos como lo que somos antes Dios, Él conoce nuestra miseria, debilidad y pecado, y quiere sanarnos con su amor y misericordia para que vivamos con Él.
«Nos conmueve la actitud de Jesús: no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino sólo palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión». (S.S. Francisco, Ángelus del Papa Francisco del 17 de marzo de 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor, cada vez que me veo a mí mismo me doy vergüenza y me siento indigno de ti, pero hoy me presento tal y como soy: con mi pecado, con mi debilidad, con mi miseria, para que Tú, con tu amor, me purifiques, me hagas experimentar tu amor a través de tu misericordia, y pueda vivir amándote.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Esfuérzate por hoy ir al encuentro de Dios misericordioso y confesar tus pecados (en el sacramento de la reconciliación), reconociendo que no importa qué hayas hecho, dicho o pensado, Él siempre te perdonará, porque te ama.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.