un corazón sencillo y limpio

Viernes 10 de diciembre de 2021 – «Señor hazme sencillo y limpio de corazón»

Santiago García Huerdo, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor hazme un corazón sencillo y humilde como el tuyo. Dame la gracia de mirar y reconocer en ti el amor y la misericordia. No permitas que me separe de ti.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 11, 16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: ‘Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Tiene un demonio’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de hoy, me hace pensar en la insatisfacción. Y creo que esa insatisfacción no sólo ocurría en tiempos de Jesús, sino es muy actual. El hombre es el eterno insatisfecho. Nada nos parece. Estamos siempre buscando, permítanme la expresión, “la quinta pata al gato”.

Pienso que esa insatisfacción se da porque no tenemos un corazón sencillo y limpio. Recuerden lo que dice la bienaventuranza sobre los limpios de corazón: Ellos verán a Dios. Ver a Dios es muy distinto a ver un comilón, un borracho y un amigo de publicanos. Ver a Dios en la pureza y en la sencillez es precisamente eso, ver a Dios mismo hecho carne, que es bondad, amor y misericordia.

Porque incluso, con todos los milagros y con la presencia física de Jesús, en ese tiempo, no fue suficiente para convencerlos. Y hoy, pareciera que ni con la presencia del Espíritu Santo, ni con los sacramentos, ni con la Iglesia, somos capaces de reconocer todo lo que Dios hace por nosotros. ¿A quién se parece esta generación? A un grupo de insatisfechos.

Por tanto, me siento interpelado y te invito a mirar con sencillez las cosas, a limpiar tu corazón (acudiendo al sacramento de la reconciliación) y a dar gracias a Dios por todo. A reconocer la obra de Dios en mí. A apreciar que Jesús ha dado su vida por ti y por mí para que tengamos vida eterna.

«El anuncio del Evangelio de la Vida nos impulsa y exige, como comunidad, que nos convirtamos en un hospital de campaña, preparado para curar las heridas y ofrecer siempre un camino de reconciliación y de perdón. Porque para el cristiano la única medida posible con la cual juzgar cada persona y situación es la de la compasión del Padre por todos sus hijos. Unidos al Señor, cooperando y dialogando siempre con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y también con los de convicciones religiosas diferentes, podemos transformarnos en levadura profética de una sociedad que proteja y se haga cargo cada vez más de toda vida». (S.S. Francisco, Homilía del 25 de noviembre de 2019).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Prepararme para hacer una buena confesión en la primera oportunidad que se presente, sin dilatar mucho en acercarme al sacramento.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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