Viernes 10 de marzo – Soy libre.
H. Iván Yoed González, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, muchas veces he tenido sinceros propósitos de seguirte y ser auténtico cristiano. Ayúdame a recordar con qué corazón ellos nacieron en mí y enséñame a corresponderlos una vez más.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos.
Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Qué significa ser mejor que los escribas?, ¿qué significa ser mejor que alguien?, ¿qué significa ser mejor?, ¿mejor?, ¿en qué?
¿Cómo puedo decir si soy mejor que otra persona? Jamás podré asomarme a contemplar las intenciones más profundas de los otros. Jamás podré decir, «soy mejor» o «soy peor». El corazón de una persona viene formado por muchas circunstancias en la vida. Pasa por tantas situaciones. Muchas experiencias lo hacen crecer, pero muchas otras lo vuelven temeroso, nervioso. Hay algunos que poco a poco se van tornando animosos. Y hay quienes pusilánimes. Algunos afrontan un reto tras el otro; otros que no pueden escapar de la rutina. Las razones de esto podrían podrían ser muchísimas, pero una esencial, que jamás pasaría por alto, es la libertad.
Soy libre. Soy capaz de elegir el bien. Soy capaz de amar. Y bastaría poner la vista en los millones de personas, que en algún momento de sus vidas se encontraron en problemas sin salida. Personas que pugnaban contra fuerzas de la historia del pasado, del temor ante el futuro o de su realidad presente. Personas que se sentían incapaces de cambiar y que obscuramente estaban convencidos de ello. Miles y miles de personas que, pese a absolutamente todo, optaron por creer en su capacidad más alta.
En mi interior siempre resuena una consciencia muy en lo profundo que me dice: «eres libre», “«puedes cambiar», «puedes amar». Entonces una chispa inicia a encender un dinamismo en mi persona que, aceptado libremente, me comienza a transformar.
La verdad es la que me hace verdaderamente libre: la verdad de conocerme hijo de Dios. El pecado esclaviza pues me aleja de mi fin. Cristo me hace libre, pues me dirige hacia el amor: de dónde vengo, a dónde voy.
Jamás podré decir si en lo más profundo de mi hermano se halla una intención mala. Habré de perdonarlo y de buscar mostrarle -con mi ejemplo, mi palabra o mi oración- cuál es su verdadero fin, cuál es la verdadera facultad de amar, que Dios ha colocado en su interior.
«Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres de dejar una huella. Perdemos la libertad. Este es el precio. Y hay mucha gente que quiere que los jóvenes no sean libres; tanta gente que no os quiere bien, que os quiere atontados, embobados, adormecidos, pero nunca libres. No, ¡esto no! Debemos defender nuestra libertad.»
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de julio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy rezaré un misterio del rosario por una persona que se encuentre en una situación difícil y buscaré ofrecerle la mejor ayuda de mi parte.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.