el gran don del perdón

Viernes 11 de junio de 2021 – La muerte y la gracia.

El Sagrado Corazón de Jesús

H. Francisco J. Posada, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido perdón por mis pecados. Ayúdame a poner toda mi vida en tus manos como hijo que confía plenamente en su padre. Perdón por haberte ofendido y haberte hecho mal; dame la gracia de aceptar el don de tu confesión que me purifica y fortalece.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 19, 31-37

Como era el día de la preparación de la Pascua, para que no los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz

Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús; pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que lo vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto ocurrió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La imagen de una persona muerta no es muy agradable a la vista y, por respeto a los muertos y su familia, se les intenta dar sepultura lo más rápido posible y con el mayor decoro. Para los familiares y personas que lo conocieron es muy impactante este momento, después del último suspiro, porque esa persona con la que compartieron una vida, momentos especiales, un encuentro providencial, etc., ahora es un cuerpo inerte que está ahí, ya no hace nada.

Este episodio del Evangelio nos enseña, en primer lugar, a acoger el bien morir. Alrededor de Jesús había dos malhechores que no han muerto y, por lo tanto, los soldados romanos les adelantan esta suerte rompiéndoles las piernas para terminar con su agonía. Son dos actitudes ante la muerte, uno que piensa en Dios como en alguien que no le ayuda, que ni siquiera en la situación de enorme sufrimiento en la que se encuentra se acerca a su lado; tiene una total desconfianza en Dios que lo lleva a sólo poner su confianza en sí mismo.

El otro ladrón se convierte a Dios en este último suspiro. Le pide perdón por todo lo malo que pudo hacer y por haber quebrantado los mandatos de Dios. Un corazón arrepentido Tú no lo desprecias, Señor; te pido que me ayudes a aprovechar cada momento que tengo para convertirme más a Ti.

Con la muerte de Jesús parece que todo se ha acabado, que las grandes esperanzas han muerto con Él. Antes de que lo bajen de la cruz un soldado se asegura de que haya muerto y le atraviesa el costado con una lanza. A veces, en nuestra vida, actuamos de formas que no lo esperábamos y solo nos damos cuenta después de que hemos errado. Uno de estos momentos es nuestro pecado por el que atravesamos el corazón de Cristo. Aunque sea un gran mal hacerle daño de esta forma a Dios, Él es capaz de sacar algo bueno de esto. Ante nuestro pecado, Él nos concede el gran don del perdón por el que nos purifica con el agua de su costado y nos fortalece con su sangre.

«Es bueno, en este día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, recordar el fundamento de nuestra misión. Se trata de una misión de compasión por el mundo, podríamos decir un “camino del corazón”, es decir, un itinerario de oración que transforma las vidas de las personas. El Corazón de Cristo es tan grande que desea acogernos a todos en la revolución de la ternura. La cercanía al Corazón del Señor anima a nuestros corazones a acercarse con amor al hermano y ayuda a entrar en esta compasión por el mundo. Estamos llamados a ser testigos y mensajeros de la misericordia de Dios, a ofrecer al mundo una perspectiva de la luz donde hay tinieblas, de esperanza donde reina la desesperación, de salvación donde abunda el pecado. Entrar en oración es entrar con mi corazón en el corazón de Jesús, abrir un camino dentro del corazón de Jesús, lo que Jesús siente, los sentimientos de compasión de Jesús y también hacer un viaje dentro de mi corazón para cambiarlo en esta relación con el corazón de Jesús.»

(Discurso de S.S. Francisco, 28 de junio de 2019).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ir a confesarme, pidiendo al Sagrado Corazón me ilumine para prepararme adecuadamente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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