Viernes 17 de agosto de 2018 – Exclusivo, verdadero y para siempre.
H. Rogelio Suárez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, dame la docilidad y sabiduría para abrir mi mente y mi corazón para que esta oración me ilumine el camino para crecer en el amor a Dios y a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y, para ponerle una trampa, le preguntaron: “¿Le está permitido al hombre divorciarse de su esposa por cualquier motivo?”.
Jesús les respondió: “¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo hombre y mujer, y dijo: ‘Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una sola carne?’ De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Así pues, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Pero ellos replicaron: “Entonces ¿por qué ordenó Moisés que el esposo le diera a la mujer un acta de separación, cuando se divorcia de ella?”.
Jesús les contestó: “Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus esposas; pero al principio no fue así. Y yo les declaro que quienquiera que se divorcie de su esposa, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, y se case con otra, comete adulterio; y el que se case con la divorciada, también comete adulterio”.
Entonces le dijeron sus discípulos: “Si ésa es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse”. Pero Jesús les dijo: “No todos comprenden esta enseñanza, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. Pues hay hombres que, desde su nacimiento, son incapaces para el matrimonio; otros ha sido mutilados por los hombres, y hay otros que han renunciado al matrimonio por el Reino de los cielos. Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ya sea en el matrimonio, como en el sacerdocio, en la vida religiosa o en cualquier estado de vida, lo que importa es el amor. Si no hay amor, no hay nada. Este amor tiene tres características, que es exclusivo, verdadero y para siempre.
El amor es exclusivo porque así nos ama Dios, «con amor exclusivo, como si fuera el único ser objeto de su afecto» (Youcat n. 517). Es por eso se debe conocer a la persona, para poder estar plenamente enamorado(a) de ella al confirmar que ese amor es el que nos sacia, nos lleva a la plenitud. Es verdadero cuando es fiel, libre, desinteresado, misericordioso y estoy seguro(a) que es la persona que amo con todo mi corazón. Y es para siempre pues dura para toda la vida.
Debemos de buscar que nuestro amor sea exclusivo, verdadero y para siempre. Éste amor nos llevará a la verdadera felicidad, si no estaremos buscando por todos lados amorcillos que nunca nos saciarán.
El amor no es un juego, el amor en la vida de cada persona es importantísimo porque es lo que da sentido y fecundidad a la vida, la sostiene en cada momento. Busquemos comprender y amar en cada momento y nunca nos cansaremos de amar, si nuestro amor es exclusivo, verdadero y para siempre.
«¡Mirad que el amor es posible! El amor es capaz de hacer vivir enamorados toda la vida con alegría y dolor, con el problema de sus hijos y sus problemas. Pero lo importante, es continuar siempre, en la salud y en la enfermedad, pero siempre seguir adelante. Esto es la belleza.»
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para meditar sobre mi amor a Él, recordar su amor por mí y pedirle perdón por las veces en que he rechazado su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.