Viernes 25 de febrero de 2022 – «Permanezcan en mi amor»
Edgar Maldonado, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
El Señor nos ha dicho, Como el Padre me ha amado, así yo también los he amado yo; si me aman, guardarán mis mandamientos. Quien me ama, guardará mi palabra, a ese mi Padre lo amará, vendremos a él y moraremos en él.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12
En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba. Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio». Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios ‘los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne’. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Tal vez la mayor dificultad de nuestros días es la de delegar la dinámica del amor a la ley humana. Inevitablemente juzgamos el amor con criterios demasiado humanos y que deshumanizan a las personas, entonces el amor se basa en los beneficios, en las ganancias, en cuánto nos aprovecha tal o cual relación, como si se tratase de un negocio, una inversión de la cual nos podemos retirar en el momento en el que se asome el riesgo de una posible pérdida. Esto no es amor, es tráfico.
El verdadero amor humano es divino. El amor del Padre, divino, transcendente, infinito, llega a nosotros por medio de su Hijo, verdadero Dios y hombre, humano, concreto, finito, pero que ha logrado comunicarnos un amor eterno, que no piensa a título personal, pues el amor del Padre triunfa cuando el ser humano triunfa sobre el egoísmo e individualismo. El amor divino humaniza nuestros corazones y nos dota de una nueva lógica, la del don de nosotros mismos en beneficio de la persona que amamos.
«Esto es muy importante, no debemos tener miedo a la crisis. La crisis nos ayuda a crecer y lo que tenemos que cuidar es no caer en el conflicto, porque cuando caes en el conflicto cierras tu corazón y no hay solución al conflicto o casi no hay solución; en cambio, la crisis te hace bailar un poco, te hace sentir lo malo a veces, pero puedes salir de la crisis, siempre y cuando salgas mejor. No podemos salir igual: o salimos mejor o peor. Esto es importante. Y es difícil salir de la crisis solo, todos debemos salir siempre en crisis». (S.S. Francisco, ).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación invocando tu nombre, oh, Señor, en los atrios de la casa del Señor. Bendice, alma mía al Señor, nunca olvides sus beneficios. El Señor te cura, te colma de gracia y de ternura, sacia de bienes tus días. Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por ti.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Cuándo fue la última vez que has dicho “te amo” a tus seres más queridos? No hay que esperar al “mejor momento” para decirles cuánto los amas. El amor lo debes expresar incluso cuando “no hay motivos” para decirlo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.