Viernes 27 de diciembre de 2019 – Una fe fundada en roca
San Juan, Apóstol y Evangelista
H. Emmanuel Toro, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia, Señor, de vivir como verdadero apóstol del evangelio. Dame un corazón que esté abierto totalmente a tu amor. Dame una fe que transforme mi vida para ser testimonio para los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 2-9
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
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Hoy celebramos al «discípulo amado», san Juan, un hombre y apóstol que estuvo con el Señor y lo acompañó, incluso, hasta el momento culminante de su vida, la Cruz. ¿Qué podemos aprender hoy de este gran apóstol?
En el pasaje evangélico se nos relata la experiencia de los apóstoles Pedro y Juan el día de la resurrección del Señor. ¡Jesús está vivo! Pero los apóstoles no se lo creen, ven de manera humana este acontecimiento, se han llevado el cuerpo del maestro… El Evangelio nos da testimonio de que los apóstoles, después de escuchar a las mujeres, quieren ver con sus ojos si es cierto; una certeza o una esperanza comienza a mover sus corazones; corren al sepulcro, y al llegar y ver la tumba, todo cambia; esta es la certeza de la fe, vio y creyó. ¡Jesús realmente está vivo!
Si vemos con los ojos de fe la Sagrada Escritura, comprenderemos la maravillosa historia de amor que Dios ha tenido con nosotros. Jesucristo ha nacido en el seno de María, se ha encarnado y estado en este mundo para demostrarnos cómo hemos de vivir, que esta vida tiene un sentido y que, a pesar de que hay un final, la muerte, la nueva vida es certera. ¡Dios nace en nuestro corazón y está vivo en él! La fe cambia nuestro sentido de vivir, como a san Juan, quien experimentó y creyó en el momento de la resurrección y su vida fue testimonio de esta fe certera; así nosotros debemos creer y vivir con convicción de que Dios está con nosotros.
«El discípulo Juan, el discípulo amado, representa a la Iglesia, pueblo mesiánico. Él debe reconocer a María como su propia madre. Y al reconocerla, está llamado a acogerla, a contemplar en ella el modelo del discipulado y también la vocación materna que Jesús le ha confiado, con las inquietudes y los planes que conlleva: la Madre que ama y genera a hijos capaces de amar según el mandato de Jesús.»
(S.S. Francisco, Jornada del enfermo 2018)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Como hombre o mujer de fe, y dando testimonio de mi vida cristiana, viviré y daré testimonio a los demás con mi alegría.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.