Viernes 29 de enero de 2021 – La planta del Reino.
H. Sergio Rodríguez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame tu gracia para convertirme en la planta que Tú quieres que sea. Yo pondré mi tierra para que con tu sol pueda crecer grande y fuerte y así los pájaros puedan anidar en mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Toda planta necesita tiempo para crecer, poco a poco va hacia arriba y se comienza a ver el fruto que se espera. Es un proceso complejo, el crecimiento de una planta que pasa de ser una semilla a un ser viviente. Sin saber cómo crece sigue la «misión» para la que está hecha, su propósito en la vida. La planta sigue su rumbo y crece, si la dejamos crecer porque la podríamos aplastarla y matarla desde un inicio.
Dios quiere entrar en nuestra vida, como una planta, en nuestra cuarto, lo tenemos que aceptar, no puede entrar solo. Cuando aparecen los frutos sabemos que ha sido una buena planta o árbol y que podemos disfrutar de lo que haya producido, la podamos para que siga dando más y la apreciamos porque nos ha sido de utilidad.
En este punto nos podemos preguntar ¿cuál es el fruto del reino de Dios por el que nos quedamos con la «planta»? La paz interior que es uno muy importante, aunque no es el único. Todos deseamos tener paz y haciendo las acciones que nos la otorgan, nos sentimos felices y podemos decir que hemos realizado lo que Dios quiere de nosotros también. Con esta paz nos sentimos bien con nosotros mismos y podemos estar bien con los demás. En cierto sentido es el primer paso de la plenitud de la vida cristiana, nos capacita para amar a nuestro prójimo de manera desinteresada.
«Jesús compara el Reino de Dios con un grano de mostaza. Es una semilla muy pequeña, y sin embargo se desarrolla tanto que se convierte en la más grande de todas las plantas del huerto: un crecimiento imprevisible, sorprendente. No es fácil para nosotros entrar en esta lógica de la imprevisibilidad de Dios y aceptarla en nuestra vida. Pero hoy el Señor nos exhorta a una actitud de fe que supera nuestros proyectos, nuestros cálculos, nuestras previsiones. Dios es siempre el Dios de las sorpresas. El Señor siempre nos sorprende. Es una invitación a abrirnos con más generosidad a los planes de Dios, tanto en el plano personal como en el comunitario. En nuestras comunidades es necesario poner atención en las pequeñas y grandes ocasiones de bien que el Señor nos ofrece, dejándonos implicar en sus dinámicas de amor, de acogida y de misericordia hacia todos.» (Ángelus de S.S. Francisco, 17 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Compartir esta meditación con alguien que conozca.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.