Viernes 3 de junio de 2022 – «Señor, Tú sabes que te amo»
P. Rodrigo Serrano Spoerer, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, en estos días de preparación para la fiesta de Pentecostés te pido que te hagas presente en mi vida y envíes tu rayo de luz a mi mente, mi corazón y mis labios. Oh luz santísima: llena lo más íntimo de mi corazón puesto que sin tu ayuda nada hay mí, nada que sea inocente. Guía Tú mi oración para que sea un acto de adoración, gratitud y ofrenda al Padre y al Hijo en comunión contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas». Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, gracias por el ejemplo que me dejas en tu apóstol san Pedro. Me muestras sus debilidades y su fragilidad como hombre herido por el pecado, pero también me muestras la grandeza de su corazón. Pedro te había negado justo después de haber prometido dar la vida por ti. “Yo no conozco ese hombre” dijo por tres veces, incluso imprecando contra aquellos que lo acusaban. Su pecado no fue muy distinto al de Judas que te vendió y merecía, como mínimo, ser relegado al último puesto, siguiendo los criterios de este mundo. Sin embargo, Tú conocías su corazón y lo reafirmaste en tu amor para que pudiese seguir cumpliendo su misión.
Gracias Jesús porque me recuerdas qué cosa es lo más importante para vivir mi vocación cristiana y poder seguirte como pediste a san Pedro: tu amor infinito. Qué bien lo expresó san Pablo en su himno a la caridad: Si yo hablara lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, soy como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y toda ciencia; y si tuviera toda la fe, de tal manera que traspasara los montes, y no tengo caridad, nada soy. Y si repartiera toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve (1Co 13,1-3).
Como san Pedro, yo también te he negado con mis pecados, seguramente mucho más de tres veces. Vengo hoy a pedirte que me confirmes en tu amor. Si te pido perdón una y otra vez no es por miedo a tu castigo, sino porque me importa tu amistad y no quiero vivir alejado de ti. Jesús, Tú sabes que mi amor es frágil e inconstante, pero sabes también que es sincero. Me avergüenzo de haberte negado tantas veces, pero vengo de nuevo ante ti, arrepentido, a pedirte que me perdones y me renueves en tu amor: Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; […] al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios (Sal 51,4.17).
«Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: “Apacienta mis ovejas” (Jn 21,15.16.17). Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: “¿Me amas?”, Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: “Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero” (Jn 21,17). Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad.
Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: “¿Me amas?”. Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que “sabe todo” de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2,13). Es fiel. La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente a nosotros, los Pastores, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz, más allá de nuestros méritos. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad». (S.S. Francisco, homilía del 29 junio 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Agradece a Dios por todas las veces que te ha confirmado en su amor y renueva con sinceridad tu amor por Él. Habla con Jesús de aquel pecado repetitivo que más te avergüenza y pídele que toque con su amor esa herida.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
¿Cuándo fue la última vez que te confesaste haciendo un buen examen de conciencia? Si te viene la tentación de juzgar tus fallos o los fallos de los demás, hazlo a la luz del Amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.