Viernes 31 de enero de 2020 – La grandeza y pequeñez de la semilla.
San Juan Bosco, presbítero
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que crea en Ti cada día más para que me comprometa a amarte con todo mi corazon y que te demuestre mi amor con los pequenos detalles de mi día a día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Toda gran obra comienza por pequeños detalles porque si los hacemos bien, después será más fácil que todo salga bien. Así sucede con el grano de trigo que fue plantado bien; este primer acto ayudó a que después fuese la tierra la que lo hizo crecer.
Este plantar bien el grano de trigo es similar a nuestra fe porque es algo que está a la base de nuestra vida espiritual ya que, si no creyéramos, nada de lo demás tendría sentido. El crecimiento de nuestra fe se va dando poco a poco ya que Dios lo cuida hasta que está listo para la cosecha.
La otra parte del Evangelio muestra cómo pequeños gestos en un inicio, se hacen obras grandes después. Un ejemplo de esto es Don Bosco y su congregación de los salesianos. Todo comenzó con su vida de niño pobre en una familia humilde y un sacerdote que le enseñó algunas cosas básicas; después su entrada en el seminario y sus sueños, algo normal y cotidiano; más adelante los primeros momentos de su congregación cuando él ya era sacerdote y lo acompañaba un grupo pequeño de jóvenes, hasta nuestros días en los que san Juan Bosco es uno de los santos más conocidos en el mundo y los salesianos son una congregación muy grande que incluye a las hermanas de María Auxiliadora y que hace tanto bien. Así es como crece la semilla, sin nada espectacular, hasta que llega a ser un arbusto grande.
«La semilla no es ni tuya, ni tuya, ni mía. La semilla la siembra Dios y es Dios el que da el crecimiento. Yo soy el brote, cada uno de nosotros puede decir. Sí, pero no por mérito tuyo, sino de la semilla que te hace crecer. ¿Y yo qué tengo que hacer? Regarla. Regarla. Para que eso crezca y llegue a esa plenitud del espíritu. Es lo que ustedes tienen que dar como testimonio. ¿Cómo se puede regar esta semilla? Cuidándola. ¡Cuidando la semilla y cuidando el brote que empieza a crecer! Cuidar la vocación que hemos recibido. Como se cuida a un niño, como se cuida a un enfermo, como se cuida a un anciano. La vocación se cuida con ternura humana. Si en nuestras comunidades, si en nuestros presbiterios falta esa dimensión de ternura humana, el brote queda chiquito, no crece, y quizá se seque. Cuidar con ternura.»
(Discurso de S.S. Francisco, 2 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedirle a Dios, antes de ir a dormir, que me aumente la fe para el día siguiente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.