te conoce, te ama, te acepta.

Viernes 4 de diciembre de 2020 – Jesús te escucha…

H. Pedro Cadena, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, aquí estoy para Ti. Gracias por este día, por mis esperanzas y alegrías. Gracias por tu compañía en mi sufrimiento. Gracias porque, si estás conmigo, hay esperanza en mi camino, hay luz al final del túnel, hay una mano firme a la que agarrarme en la tormenta. María, ven, acompáñanos en este momento de intimidad con Jesús.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31

Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: «¡Hijo de David, compadécete de nosotros!». Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: «¿Creen que puedo hacerlo?». Ellos le contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que se haga en ustedes conforme a su fe». Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: «Que nadie lo sepa». Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Imagina que has invitado a Jesús a comer a tu casa. Ya es hora de que llegue. Lo esperas en la banqueta, afuera de la puerta. De pronto, Jesús dobla la esquina y lo ves. Viene caminando con paso tranquilo y una sonrisa en sus labios. Lo saludas con la mano. Entonces, detrás de él, doblan la esquina dos mendigos. Parecen desorientados. Comienzan a gritar a voz en cuello: “¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!” ¿Qué sientes cuando los escuchas? ¿Por qué? Puedes platicar de esto con Jesús. ¿Qué hace Él cuando los escucha? ¿Qué sientes cuando lo hace? ¿Por qué? ¿Qué hay en tu corazón? Puedes mostrar todo esto a Jesús, las luces y las sombras, con sinceridad. Él te conoce, te ama, te acepta. Así, como eres ahora. Siempre te ha amado. Siempre te amará.

Los ciegos piden a Jesús que los cure. ¿Qué le quieres pedir tú hoy? ¿Qué deseo profundo hay en tu corazón? Se lo puedes mostrar a Jesús con mucha sencillez. Él viene para que tengas vida, y vida en abundancia. (Jn 10,10)

 

«Pero Jesús propone otro tipo de visión: la del servicio y del dar la vida por los otros, y la confirma devolviendo inmediatamente después la vista a dos ciegos y haciéndoles sus discípulos. Tratar de trepar en la vida, de ser superiores a los otros, destruye la armonía. Es la lógica del dominio, de dominar a los otros. La armonía es otra cosa: es el servicio. Pidamos, por tanto, al Señor que nos dé ojos atentos a los hermanos y a las hermanas, especialmente a aquellos que sufren. Como discípulos de Jesús no queremos ser indiferentes ni individualistas, estas son las dos actitudes malas contra la armonía. Indiferente: yo miro a otro lado. Individualistas: mirar solamente el propio interés. La armonía creada por Dios nos pide mirar a los otros, las necesidades de los otros, los problemas de los otros, estar en comunión. Queremos reconocer la dignidad humana en cada persona, cualquiera que sea su raza, lengua o condición. La armonía te lleva a reconocer la dignidad humana, esa armonía creada por Dios, con el hombre en el centro.»

(Audiencia de S.S. Francisco, 12 de agosto de 2020).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Jesús, gracias por este momento de oración. ¿Qué ha pasado en estos minutos contigo? ¿Hubo algo que me acercó a Ti? ¿Algo que me alejó de Ti? Lo pongo en tus manos, Señor. ¿Qué deseos han surgido en mí? ¿Qué rechazos? Míralos, Jesús, y tócalos. Di una sola palabra y mi alma quedará sana. Creo en Ti, ayúdame a creer. Confío en Ti, ayúdame a confiar. Te amo. Ayúdame a dejarme amar por Ti. María, gracias por estar con nosotros. Acompáñame hoy y cada día. Enséñame a dejar que Jesús viva su vida en mí.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a darme una pausa de cinco minutos y agradecer a Dios por la vida y por su compañía en las buenas y en las malas.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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