Transfiguración del Señor

Viernes 6 de agosto de 2021 – Dar fruto.

Transfiguración del Señor

H. Erick Flores, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hola, Señor, quiero orar y deseo experimentarte. Sabes cómo estoy y lo que pasa conmigo. Dame la gracia de creer, esperar y amar, entendiendo lo que quieres para mí y de aquellas responsabilidades que se me han confiado. ¡Cristo Rey Nuestro! ¡Venga tu Reino!

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo». En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este verano, he visto más de cerca cómo es la naturaleza pues en casa tenemos árboles de durazno, ciruelos, higos y persimonios. Observo cómo crecen, florecen y hay fruto, así dividiré la reflexión del Evangelio. Una parte hablará sobre el crecimiento al comenzar la primavera, otra en cómo florece y, por último, el fruto.

En los lugares en que hay un cambio de estación evidente, los primeros días de primavera se nota cómo el árbol empieza a sacar las primeras hojas, y en pocas semanas, veo que las ramas empiezan a estirarse hacia el sol. Pedro, Santiago y Juan, son tomados y suben con Cristo al monte. Al igual que las plantas, el hombre tiene un crecimiento y una dirección ¿Cuál es el sol de nuestro crecimiento? Cristo nos quiere elevar, nos quiere conducir en nuestras vidas hacia lugares altos. Al ir subiendo, vamos experimentando cambios en nuestra vida y en la de los demás. El cambio es perfección, es algo que todos deseamos. Paso al siguiente punto.

El primer gran cambio en el árbol es la flor, como señal de tener la madurez y la fuerza para embellecer el paisaje. Verla es una gran señal para el jardinero. «Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra». Cristo es la belleza, ahí donde está su presencia hay luz y vida, aunque muchas veces no es evidente, así lo experimenta tantas veces el hombre. Veamos la flor en la madurez de nuestra vida y el signo que tiene significado para nosotros. Signo de fuerza, crecimiento y de cambio. Tantos signos que todos, sin nadie ser excluido, tienen en sus vidas. No por fuerzas humanas, sino porque hay un Dios que quiere hablar, sentir, pensar, tocar y amar a través de nosotros. La belleza no vino a quedarse en el árbol.

Toda flor que no muere es una flor artificial. Así pues, viene un segundo cambio. El fruto que sale de la flor. La presencia de Dios en la vida nos renueva y embellece, interna y externamente, si conocen vidas de santos no lo dudarán. El fruto es lo mejor del árbol, lo que tanto a la vista como al gusto apetece. El fruto en la vida de Cristo que ha venido de la flor, signo de su encarnación y muerte, es la resurrección. Cristo quiere que demos fruto, que seamos fecundos y fuertes. El mayor de los frutos es el resucitar cada día con Él. Viviendo en la presencia de Cristo resucitado, la propia existencia no permanecerá estática, estéril, aburrida. La vida con Cristo es luz, alegría, paz para cada uno de nosotros. Al madurar como fruto, seremos capaces de darlo a otros.

«En el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla para nosotros y defenderla. Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y más allá de los criterios de este mundo. También nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de la victoria pascual.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2021).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Estar disponible sea en casa o en el trabajo, sin compararme con otros.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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