Viernes 7 de febrero de 2020 – Un hombre comprometido con Dios.
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Que te pueda reconocer Señor en mis hermanos. Te pido la gracia de tener la valentía para ayudar a
la gente que está en mi alrededor, aunque implique hacer cosas difíciles.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”.
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”.
Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?”. Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
San Juan el Bautista era una persona que hacía la voluntad de Dios más allá de lo que los demás dijeran. Decía las verdades a quienes se las tenía que decir. Esta convicción y vivencia de la fe le venía de haber experimentado a Dios en su propia vida. Para nosotros este encuentro viene en diversas maneras de la de san Juan, pero su valor sigue siendo el mismo. Una misa bien vivida, una charla, hablar con alguien de cómo solucionar los problemas que tenemos, un momento de oración en nuestra casa o en una iglesia, el ver un buen ejemplo que nos impulsa a hacer cosas buenas por los demás etc., en todas estas actividades o experiencias hay una cosa muy simple que es el dejarse tocar por Dios teniendo la actitud de quererlo y Dios que nos sale al encuentro de muchas formas.
Las personas pueden notar cuando alguien está convencido de lo que cree. Este creer que se hace obras y no le interesa tanto lo que otros piensen porque sus ideales le llevan a hacer todo lo que esté en sus manos para seguirlos y actuar conforme a ellos como es el caso de san Juan. Herodes admiraba a Juan, pero no era capaz de profundizar esta admiración y ante la presión social hace lo impensable.
Parece que el fin de Bautista es trágico por su muerte y que ésta lo ha parado de hacer tanto bien con su predicación al punto que la gente creía que él era el mesías enviado por Dios para salvar a su pueblo, pero su memoria aún la recordamos y creemos que él aun nos puede ayudar, su vida no fue en vano porque sus ideales eran grandes e hizo un compromiso de vida con ellos.
«El más grande terminó así, pero Juan sabía esto, sabía que debía aniquilarse. Lo había dicho desde el inicio, hablando de Jesús: “Él debe crecer, yo, en cambio, disminuir”. Y él se disminuyó hasta la muerte. Fue el precursor, el anunciador de Jesús, que dijo: “No soy yo, éste es el Mesías”. Lo hizo ver a los primeros discípulos y después su luz se fue apagando poco a poco, hasta la oscuridad de aquella celda, en la cárcel, donde solo, fue decapitado. Pero ¿por qué sucedió esto? No es fácil relatar la vida de los mártires. El martirio es un servicio, es un misterio, es un don de la vida, muy especial y grande. Y al final las cosas se concluyen violentamente, a causa de actitudes humanas que llevan a quitar la vida de un cristiano, de una persona honesta y hacerla mártir.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2019, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Cuando se presente la ocasión, defenderé la verdad del Evangelio con valentía, sin temor al qué dirán.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.