cargar la cruz

Viernes 9 de agosto de 2019 – El que quiera venir conmigo.

H. Jose Torres, L.C.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor que abra mi corazón a tus inspiraciones para poder cumplir, siempre, tu santa voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras. Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey».
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estas palabras de Jesús nos invitan preguntarnos qué tan desprendidos somos de nuestros criterios para dejar que el Espíritu hable en nuestros corazones, y cuan dócil soy en sus manos para dejarme modelar por Él.
Cargar con nuestra cruz y seguir a Cristo es nuestra misión, nada simple pero tampoco imposible, Dios jamás pedirá cargar una cruz que nosotros no podamos cargar. Hoy es un buen momento para contemplar la cruz y ver cómo Cristo, desde el patíbulo, nos bendice, con sus brazos extendidos sobre el madero, con ademán de sacerdote eterno. Contemplemos sus llagas donde brota la gracia y la misericordia.

«Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles» la fuerza de nuestros días se funda en la esperanza de una vida eterna, de una vida colmada de misericordia de amor, y es eso lo que nos tiene que motivar a vivir todos los días, con el corazón puesto en Cristo, buscando trasformar mis actividades de la vida ordinaria en extraordinarias.
Lo maravilloso de nuestras actividades es que podemos hacerlas no como las hace el mundo, sino como las haría Jesús en sus años de vida oculta. Pensemos en María santísima, como sería su trabajo en casa de Nazaret, cuanto amor pondría en todo lo que hace sabiendo que servía al Rey de reyes, cuantos detalles tendría para con su prójimo, con sus vecinos, parientes, etc, pidamos a nuestra madre del cielo que nos ayude a ser siervos humildes, que aprendamos a servir a nuestro Padre del cielo como lo hizo ella porque «La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante».

«No se trata de una cruz ornamental, o ideológica, sino es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor, por los padres, por los hijos, por la familia, por los amigos, también por los enemigos; la cruz de la disponibilidad a ser solidario con los pobres, a comprometerse por la justicia y la paz».
(Ángelus de S.S. Francisco, 19 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En cualquier momento del día, rezar un ave María, pidiendo que mi alma éste siempre cerca de Dios.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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