Regnum Christi Internacional

Jueves 28 de julio de 2022 – «El Juicio como recompensa, no castigo»

Diego Ornelas, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Oh, Espíritu Santo, lléname de ti, que mis pensamientos sean los tuyos, mis emociones estén en unión contigo, que todo mi ser y mi obrar participen de tu ser y de tu obrar. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13,47-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?”. Ellos le contestaron: “Sí”. Él les dijo: “Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo bueno y lo antiguo”. Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando Jesús habla de separar los malos de los buenos, y de tirar los malos al horno encendido, uno puede llenarse de espanto y preocupación. Y no es de sorprenderse de este tipo de reacciones cuando se habla del juicio que todos tendremos al final de los tiempos. Pero nuestras reacciones tienen que ver mucho con dos cosas: nuestra concepción de Dios y nuestra concepción de nosotros mismos. ¿Dios para ti es un juez que ve tus acciones con el propósito de encontrar lo malo y así mandarte al hondo encendido? ¿Estás preocupado porque crees que tú no eres capaz de alcanzar la eterna felicidad?

Respondiendo a la segunda pregunta, es verdad que ninguno de nosotros es capaz por sí sólo de alcanzar la eterna felicidad… Pero eso no significa que sea inalcanzable. Tenemos a Dios hecho hombre, en Jesús, quien nos ha revelado el amor del Padre y quien nos aseguró de su presencia hasta el fin del mundo. Sí, necesitamos de un Dios que asuma nuestra naturaleza, que se haga nuestro hermano capaz de cargar con nuestro sufrimiento y redimirlo: ¿Acaso no hizo esto Jesús? Él es el buen pastor a cuyo lado no se teme el espanto nocturno: ¿estamos a su lado?

Sí, habrá un juicio delante de Dios. Pero esto es más una consolación que una desesperación, si vivimos de cara a Él. Dios no es un juez buscando lo malo que hacemos como excusa para mandarnos al infierno. Él es el Padre que busca lo bueno que hemos hecho para así acogernos en su morada. Sí, tus acciones buenas, hasta las más escondidas que nadie ve y las que parecen menos impactantes, van a ser vistas por tu Padre Dios y serán recompensadas. ¿Acaso no llena de felicidad saber esto? Dios quiere decirnos lo que se lee en Mateo 25, 23: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el reino de tu señor”. ¿Estamos viviendo para esto?

«El camino es Jesús: hacerle subir a nuestra «barca» y remar mar adentro con Él. ¡Él es el Señor! Él cambia la perspectiva de la vida. La fe en Jesús conduce a una esperanza que va más allá, a una certeza fundada no sólo en nuestras cualidades y habilidades, sino en la Palabra de Dios, en la invitación que viene de Él. Sin hacer demasiados cálculos humanos ni preocuparse por verificar si la realidad que os rodea coincide con vuestras seguridades. Remad mar adentro, salid de vosotros mismos; salir de nuestro pequeño mundo y abrirnos a Dios, para abrirnos cada vez más también a los hermanos. Abrirnos a Dios nos abre a los demás. Abrirse a Dios y abrirse a los demás. Dar algún paso más allá de nosotros mismos; pequeños pasos, pero dadlos. Pequeños pasos, saliendo de vosotros mismos hacia Dios y hacia los demás, abriendo el corazón a la fraternidad, a la amistad, a la solidaridad». (S.S. Francisco, Discurso del 22 de septiembre de 2013).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer un acto de caridad oculto sabiendo que, aunque nadie lo ve, Dios sí lo ve y te recompensará.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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