H. Luis Felipe Copete Quintero, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, en este momento te pido que, por favor, me ayudes a ponerme en tu presencia. Dame la gracia de conocerte más para amarte más y seguirte, con decisión, haciendo día a día tu voluntad. Que Tú seas mi ejemplo a seguir, pues eres la perfecta imagen de aquel que sigue la voluntad del Padre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, y dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo nos está diciendo que no es suficiente decir «¡Señor, Señor!» para entrar en el Reino de los cielos, sino que es necesario hacer la voluntad del Padre celestial. ¿Qué significa esto? ¿Cómo podemos hacer la voluntad del Padre? Lo primero que debemos hacer es reconocernos hijos amados de ese Padre. Este es un aspecto fundamental de nuestra identidad, ¡somos hijos de Dios! Cristo, que es nuestro ejemplo a seguir, tenía muy clara su identidad. Él sabía muy bien que Él era el Hijo de Dios y que como Hijo tenía una misión que su mismo Padre le había encomendado. Su misión se encontraba en su identidad, pues un hijo ve y aprende lo que hace su padre, lo tiene como ejemplo y luego actúa según lo que ha aprendido de él. Jesús dice: «os he enseñado lo que he aprendido de mi Padre». (Jn 8, 21-30)
Como Cristo, nosotros también encontramos nuestra misión en nuestra identidad. Muchas veces nos olvidamos de esta relación filial que tenemos desde el bautismo. Somos hijos de Dios y su voluntad, la voluntad de aquel Padre que nos ama, es que seamos sus hijos, que aprendamos de Él. Nuestro Padre quiere que escuchemos su palabra y que la pongamos en práctica, porque sólo así es como vamos a poder ser hijos felices que construyen su casa sobre roca firme, y aunque pasen mil calamidades, la casa se mantendrá firme. Pidámosle al mismo Cristo, a Jesús, que nos ayude y digámosle en primera persona: Señor, te pido que me ayudes a conocer quién soy. Dame por favor la gracia de darme cuenta que soy un hijo amado del Padre y que su voluntad es hacerme feliz. Dame también la gracia de poder conocerte más y de abrirte mi corazón de par en par para escuchar tu palabra y ponerla en práctica. Así sea.
«No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, de corazón abierto a Dios: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Es decir, el corazón abierto a la voluntad de Dios. Y Dios siempre responde. ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Los que son más humildes de corazón, rezan así: con la humildad esencial, digamos así; con humildad sencilla: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Y estos rezan así, no enfadándose porque los días están llenos de problemas, sino yendo al encuentro de la realidad y sabiendo que en el amor humilde, en el amor ofrecido en cada situación, nos convertimos en instrumentos de la gracia de Dios. Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras. Una oración sencilla, pero es poner nuestra vida en manos del Señor: que sea Él quien nos guíe. Todos podemos rezar así, casi sin palabras.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 18 de noviembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy trataré de cumplir la voluntad de Dios durante todo el día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.