Regnum Christi Internacional

Lunes 22 de noviembre de 2021 – « Un corazón contrito y humillado tu no lo desprecias»

humilde

H. Alejandro Rondón, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Buenos días Señor, me pongo en tu presencia en esta nueva oportunidad que me das para hacer tu voluntad. Aumenta en mí los dones de fe, esperanza y amor. En tus manos pongo mi vida para que seas Tú el guía y mi protector. Te encomiendo a mi familia y a los seres que más amo para que seas Tú el primer lugar en mi corazón y el más importante en mi vida. Señor Jesús, acompáñame en esta nueva jornada para que nunca me olvide que no estoy solo y que tu gracia y tu amor siempre estará conmigo.

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

A Jesús le atraen muchísimo las almas que son humildes y sencillas. A veces no comprendemos el sentido de esta palabra, que no está ligada simplemente a un status social, sino en la actitud interna de un corazón que se reconoce necesitado, imperfecto y herido. No se ve en los evangelios que Jesús desprecie a un alma que tenga esta actitud. Porque el corazón que reconoce a Jesús como Señor y Rey de todo lo que existe, reconoce su grandeza, pero también su propia debilidad. Y sólo así puede dejar lugar para que Dios actúe en su interior libremente, porque no imperan en el corazón los subjetivismos, sino Jesús mismo que viene a nuestra ayuda.

Pensemos un momento en el estado de nuestro corazón, y si de verdad le estamos dejando el espacio para que Él actúe. Pero hay que recordar que la primera actitud que debemos tener es la de un alma humilde que se reconoce necesitada y que pone todo en manos de Jesús.

«También a nosotros Jesús nos dice, como en aquel día a los discípulos: ¡Prestad atención! Mirad bien lo que hace esa viuda, pues su gesto contiene una gran enseñanza; expresa la característica fundamental de quienes son las “piedras vivas” de este nuevo Templo, es decir, la entrega completa de sí al Señor y al prójimo; la viuda del Evangelio, al igual que la del Antiguo Testamento, lo da todo, se da a sí misma, y se pone en las manos de Dios, por el bien de los demás. Este es el significado perenne de la oferta de la viuda pobre, que Jesús exalta porque da más que los ricos, quienes ofrecen parte de lo que les sobra, mientras que ella da todo lo que tenía para vivir (cf. Mc 12, 44), y así se da a sí misma. […]». (S.S.Benedicto XVI, Homilía, 8 de noviembre de 2009).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor Jesús, Tú no desprecias nunca al corazón humilde, Tú que eres el más humilde de todos y mi ejemplo de humildad al morir por mí en la cruz, ayúdame a tener un corazón humilde como el tuyo. Un corazón dispuesto a entregarte todo mi amor, un corazón que siempre te deje entrar en él sin poner ningún obstaculo, un corazón manso y humilde como el tuyo.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Proponte hoy entregarle a Jesús lo que más te cuesta. Tú mejor que nadie sabes que es lo que más te cuesta, y lo que requiere el mayor sacrificio para ti. Puede ser algo muy concreto como un vicio que tienes muy arraigado que quieres dejar para agradar más a Jesús y también mejorar tu salud (física y espiritual).

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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