Regnum Christi Internacional

Miércoles 4 de octubre de 2023 – San Francisco de Asís – «¿Cuánto vale un reino?»

Javier Castellanos, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ven, Espíritu Santo. Llena mi corazón con tu luz. Enciende en mi alma el fuego de tu amor, que me renueve desde dentro. Haz que este fuego irradie el Evangelio en mi entorno, para dar gloria al Padre y para extender el Reino de Cristo. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9,57-62

En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos, alguien le dijo: “Te seguiré a dondequiera que vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”. A otro, Jesús le dijo: “Sígueme”. Pero él le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. Jesús le replicó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve y anuncia el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La fama de Jesús se extendía por toda la comarca de Galilea, por Judea, Samaría y hasta más allá de las fronteras de Palestina. Con una autoridad sin precedentes, y con abundancia de milagros, anunciaba la llegada de un nuevo Reino… Así como el pueblo escogido había comenzado con doce tribus en torno al arca de la alianza, ahora renacía con doce Apóstoles detrás del Hijo de Dios. Pero no fueron sólo doce los que se sumaron; cada día acudían más y más personas para seguir el camino del Mesías.

En el fondo, Jesús mismo los había llamado. Él hace arder el corazón con el calor de su presencia y la chispa de su palabra. Él ha tocado también nuestro corazón. Nos invita a seguir sus huellas y construir el Reino de los cielos. Dos mil años después de iniciar su obra, nos presenta la misión con tanta exigencia como en los primeros días. Hoy mismo, Cristo nos indica las condiciones para seguirlo, las mismas que a estos tres discípulos anónimos.

Su Reino no es de este mundo. En él rige una sola ley: el Amor. Y la medida del Amor es amar sin medida. Amar es involucrarse de lleno, no poner límites ni condiciones, dar la espalda a todo lo demás. Para el que ama a Cristo, no importa más ni el nido ni la madriguera: su único hogar es el Corazón de Jesús. Lo que había sembrado antes queda ahora en el pasado, y ahora sólo tiene un surco por delante: ahí donde el Señor ha sembrado la semilla.

El amor auténtico por Cristo llega a la locura de considerarse muerto para lo que hasta entonces parecía vida, y vivir sólo para lo que parece acabar sólo en muerte. Amar es tomar como única meta a Dios; todo lo demás queda absorbido por el fuego. Entonces, sólo entonces, todo cobra un nuevo sentido, porque todo ha tomado su lugar según el criterio de la Piedra Angular: Cristo.

«’El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí…’, dice Jesús. El afecto de un padre, la ternura de una madre, la dulce amistad entre hermanos y hermanas, todo esto, aun siendo muy bueno y legítimo, no puede ser antepuesto a Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón y sin gratitud, al contrario, es más, sino porque la condición del discípulo exige una relación prioritaria con el maestro. Quien se deja atraer por este vínculo de amor y de vida con el Señor Jesús, se convierte en su representante, en su “embajador”, sobre todo con el modo de ser, de vivir. Hasta el punto en que Jesús mismo, enviando a sus discípulos en misión, les dice: ‘Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado’. Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente “el Señor”, es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida».
(S.S. Francisco, homilía del 2 de julio del 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy construiré un ambiente de caridad hablando bien de los demás y evitando las críticas.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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