Regnum Christi Internacional

Viernes 23 de abril de 2020 – Tener parte de la vida nueva.

parte en la vida nueva

San Jorge, mártir

H. Edgar de la Torre, L.C.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Como la cierva anhela ríos de agua viva, así mi alma tiene sed de Dios vivo; mi alma tiene sed de ti, soy tierra desierta, árida, sin agua. Te he buscado en el santuario para contemplar tu poder y tu gloria. Porque tu gracia vale más que la vida, mis labios proclamarán tu alabanza. (Cfr. Salmo 69, 2 – 9)

 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Los judíos tienen una reacción similar a la de la mujer samaritana del Evangelio (Jn 4, 1 – 42). Tanto la samaritana como los judíos, del caso presente miran, escuchan e interactúan con el Señor desde un plano muy humano; su entendimiento no está listo para ir más allá del mundo sensible, de lo limitado, por esto, sea la samaritana o sean los judíos, encontramos una reacción de sorpresa, incredulidad o escepticismo. Lo vemos reflejado en las siguientes reacciones, por ejemplo, «¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy una mujer samaritana?» «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».

En estas preguntas vemos una promesa de parte del Señor, quien coma de carne y beba de mi sangre, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Su promesa se apoya en esta garantía, mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Comulgar, pues, el cuerpo y la sangre del Señor es comulgar con el Padre. Él posee la vida; siempre que comamos de este pan y bebamos de este cáliz, tendremos parte en la vida nueva.

«Este pan de vida, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, viene a nosotros donado gratuitamente en la mesa de la eucaristía. En torno al altar encontramos lo que nos alimenta y nos sacia, la sed espiritualmente hoy y para la eternidad. Cada vez que participamos en la santa misa, en un cierto sentido, anticipamos el cielo en la tierra, porque del alimento eucarístico, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, aprendemos qué es la vida eterna. Esta es vivir por el Señor: “el que me coma vivirá por mí”, dice el Señor. La eucaristía nos moldea para que no vivamos solo por nosotros mismos, sino por el Señor y por los hermanos. La felicidad y la eternidad de la vida dependen de nuestra capacidad de hacer fecundo el amor evangélico que recibimos en la eucaristía.»

(Ángelus de S.S. Francisco, 19 de agosto de 2018).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Señor, tengo hambre y sed. Me he acostumbrado a consumir lo efímero, bebo y como… sin embargo no me lleno; incluso cuando me siento lleno, no estoy satisfecho. Dame tu cuerpo como alimento, dame tu sangre como bebida, pues no necesito llenarme para experimentar la saciedad, poco me basta para estar satisfecho, para sentir el alivio que producen la recepción de tu cuerpo y de tu sangre. ¿Qué es lo que me sacia? Tu presencia real en el Sacramento.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Iré a recibir la comunión sacramental un día de la próxima semana.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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